miércoles, marzo 17, 2010

Diseñadores frustrados

¿Quién es responsable de un mal diseño? ¿El cliente que impone su voluntad desoyendo al profesional, o el diseñador que prefiere tragar con las imposiciones a cambio de pasar una factura?

Los malos diseños existen, pero ¿es cosa del propio diseñador o del cliente? Siempre he querido hacer un post mostrando algún trabajo pre y post cliente, pero… la ética me frena.

Los hay que todavía no entienden que la imagen es posiblemente la parte más importante de su negocio, y que deberían cuidarla al máximo, porque digan lo que digan, la primera impresión es la que queda. Por eso, parte del trabajo de un diseñador es el de intentar asesorar y ayudar a un cliente para que no tome una mala decisión sobre su imagen gráfica, tanto sea una web como una publicidad o un logo.

Pero muchas veces es el propio cliente el que impone su criterio pasando por alto tus recomendaciones. Entonces es cuando debería de entrar a trabajar la sutileza y la profesionalidad del diseñador, que se intenta hacer valer dentro de ese mundo donde lo tratan como un bicho raro y donde consideran que se dedica a un trabajo que puede hacer cualquiera.

Estos casos de imposición suelen ser los siguientes:

* Todo más grande: este es el caso de, como bien se dice, ponerlo todo lo más grande posible sin tener en cuenta las prioridades de la información, porque para el cliente todo es importante. La consecuencia de esto es, al contrario de lo que el cliente puede pensar, conseguir que no se vea nada.
* Horror vacui: consiste en esa tendencia a rellenar con cualquier tipo de información todo espacio vacío existente, esos blancos tan necesarios que contribuyen al equilibrio en la composición del diseño, pero que al cliente le parecen un desperdicio de espacio que intenta rellenar a toda costa.
* Intrusismo profesional: se produce cuando el cliente hace más caso de las recomendaciones de algún amig@-hij@-compañer@-conocid@ que tiene un ordenador en su casa y que en sus ratos libres hace dibujitos con el Word o se dedica a meterle filtros de Photoshop a todas las fotografías que caen en sus manos. Es en estos casos cuando suele aparecer con un papelito que tiene impreso un dibujo sacado del ClipArt, acompañado de una tipografía ilegible formando un “logo” sin ninguna coherencia y con todos los colores del espectro cromático conocido. Y te dice: “Quiero esto, ¿a que es bonito?”.

Estamos aquí para ayudar porque el éxito de un cliente también es el nuestro. Pero no siempre logramos nuestro objetivo, y entonces sólo nos quedan dos opciones:

1.
Admitir la derrota. Decirle al cliente con la mayor profesionalidad posible que respetas su decisión, aunque tú crees que no es la correcta. Consuélate pensando que tú ya has intentado guiarle y le has asesorado, por lo tanto ya has hecho tu trabajo.
2.
Pero si esa opción es muy difícil de asumir, entonces deja el proyecto y dile al cliente que está tomando una decisión horrible, y que no quieres formar parte de ella. Es una decisión muy noble y así salvarás tu dignidad, aunque también tiene sus consecuencias: tendrás más difícil pagar tus facturas.

María Gómez es Directora Creativa de Octo

Fuente: Baquia.com
Link: http://www.baquia.com/noticias.php?id=16044

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